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Hulk and me.

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Pónganle pues cuidado a este relato corto de una de las experiencias más extremas de mi querida y lejana infancia, esa de potrero y cañaduzal vallecaucano.  Paso a contar: por las noches tibias de la Hacienda San José, ubicada en la vía que de Palmira lo lleva a uno a  Pradera,donde vivíamos, a mi y solo a mi (calculen las probabilidades en una casa con 5 integrantes),  indefectiblemente  se me aparecía  el "Hombre Increíble".  Si, yo veía a Hulk face to face cada crespúsculo en nuestra casita del ingenio, allá en la Villa de las Palmas.  Al hombre me lo topaba yo cada que me mandaban mis papás a ponerme la piyama, yo abría el armario y tome, el personaje en cuestión iba saliendo campante del clóset de mi cuarto, y apenas entraba en escena esa mole de carne verde frente a mi, yo inmediatamente me tiraba al piso, no se si para que no me viera o para que no me hiciera nada, sólo esperaba pacientemente ahí tirado en el suelo a que pasara rápido y se fuera para la cocina, p

Mi Univalle querida.

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Nota del Editor: E ste post de dos-que-tres parrafitos,  se lee al vuelo, máximo en 5 minutos, pero la época narrada se padeció más o menos en 4 años, pa que calculen bien el drama. Univalle… Parte I Llegué a la Universidad del Valle, después de mi paso de 11 años por el Colegio Hispanoamericano, con las más serias intenciones de relevar generacionalmente al “Profe” Carlos Antonio en la presentación de deportes de RCN, la televisión nacional; el anhelo de que me vieran todos hablando de marcadores y pronósticos de partidos, pero todo empezó a marchar en otras direcciones.  Empecé a notar que por allí no era la cosa (relevar al “Profe” es una compulsión que tengo controlada, pero que en algún momento se puede salir).  Empecé a ver cosas diferentes de la comunicación en la Univalle, y por ende di rienda suelta a una afición por el cine de Oliver Stone, Tarantino, Scorsese, Fassbinder, Herzog, Welles y a estudiar con gente muy diferente a la del Hispano, aunque me gradué allá e

Cacai, el antiguía turístico.

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Conocí a Cacai en la pacífico colombiano, allá en Juanchacho hace unos cuantos abriles, 10 para ser exactos, y por ello mi paso al recuerdo de esta imitación de guía. A Cacai lo vimos caminando, y luego observamos que el personaje se ofrecía a llevar a los desprevenidos transeúntes recién bajados de la lancha hasta su destino.  Tenía todas las características de un nativo de las costas pacíficas por estas latitudes: morocho, acuerpado, acento ininteligible (si no se está poniendo cuidado). Tenía una característica menos común, "es idiota" como diría doña Ana, la de la fonda de doña Ana, a l ser requeridos sus servicios por los expedicionarios (nosotros) miembros del Juwiludi o Banda de los Tribilines, para que nos llevase a la cabaña de Gustavo Mejía, como claramente indicamos.  Y aquí pónganme cuidado: el mentecato entiende que es la cabaña de otro Gustavo y nos hace caminar por los más increíbles (y escabrosos también) paisajes naturales que se puedan ver en esta part

Recuerdo un Juanchaco así.

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Conocí a Cacai en la pacífico colombiano, allá en Juanchacho hace unos cuantos abriles, 10 para ser exactos, y por ello mi paso al recuerdo de esta imitación de guía. A Cacai lo vimos caminando, y luego observamos que el personaje se ofrecía a llevar a los desprevenidos transeúntes recién bajados de la lancha hasta su destino.  Tenía todas las características de un nativo de las costas pacíficas por estas latitudes: morocho, acuerpado, acento ininteligible (si no se está poniendo cuidado). Tenía una característica menos común, "es idiota" como diría doña Ana, la de la fonda de doña Ana, a l ser requeridos sus servicios por los expedicionarios (nosotros) miembros del Juwiludi o Banda de los Tribilines, para que nos llevase a la cabaña de Gustavo Mejía, como claramente indicamos.  Y aquí pónganme cuidado: el mentecato entiende que es la cabaña de otro Gustavo y nos hace caminar por los más increíbles (y escabrosos también) paisajes naturales que se puedan ver en esta part

Gracias Hispanoamericano.

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Indeleble imagen del ingreso al Hispano  Gracias Hispanoamericano. Toda la primaria y el bachillerato los cursé en un colegio caleño donde se formaban alumnos académicamente sobresalientes, el ”Colegio Hispanoamericano” (Semper Expletior), Mis grandes amigos fueron durante muchos años el Negro, Coro, Mañé, Orson y otros alias que no eran tan miedosos. Fascinado por el fútbol, no demoré mucho en ilusionarme con esa profesión alejada de las aulas pero al primer “Test de Cooper” se desvanecieron esos sueños. Correr, todos los días, sin parar, para poder jugar con buen estado físico no me pareció muy llamativo. Pero aún hoy en día, en noches de tertulia con esas viejas amistades, recuerdo algunos goles anotados como si hubieran sido importantes y debieran pasarlos en “Momentos Históricos” de Fox Sports. Falcioni y Gareca, íconos de un América inolvidable Del show de jugar pasé a interesarme por show de transmitir pues veía yo una imagen a seguir en Hernán Peláez, e

¡Palmireña cómo te quiero!

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Remembranzas de una teñida de memoria. Infancia palmireña, donde los ciclistas abundan, hay servicio público tirado por caballos -Las victorias, o coches, cómo les decíamos nosotros- y se conoce la gente porque todo el mundo es primo hermano de “don tal” casado con la prima de Pascual. Allí viví el jardín infantil jugando en los recreos a que yo era Superman y tenía a mis consabidos Batman y Robin de compinches, me imagino que también fue por la televisión que conocíamos a estos superhéroes que interpretábamos todos los días a media mañana. El jardín se llamaba “Caperucita Roja”, pero no me gustaba mucho admitirlo en aquella época. De Palmira me llevaron mis padres a vivir a Cali cuando sumaba los 5 años, me tocó colgar la capa y el Sharp blanco y negro pasó a ser una mesa para acomodar revistas y materas pequeñas, ante la llegada de un nuevo Zenith a color que entró a dominar la casa de Cali, Los Pitufos eran innegablemente azules.

Detalle de un acercamiento audiovisual

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Televisión en blanco y negro. Estoy sentado frente a ese armatoste de 4 patas, 3 botones y dos palanquitas; transmisión en directo de la llegada del grupo “Menudo” a Bogotá, por allá por 1983.  La primera imagen que me llega del mundo audiovisual que se encuentra anclado en mi cerebro, mientras trato de reconstruir un recuerdo más gratificante, que me deje mejor parado ante esta cantidad de bendecidos personajes que ante la pregunta del primer audiovisual que recuerdan lo primero que vieron fue “Citizen Kane” o cosas así... Pero no, no hay nada, sólo menudo-en-blanco-y-negro.  Recuerdo también haber visto “E.T.” en cine, cuando vivía en Palmira, pero este recuerdo no está bajo audiovisuales (aunque a todas luces lo sea) sino que lo tengo bajo en rótulo de “Escenas familiares”, así que para mí no vale como referente de educación audiovisual, ni como semilla para una futura disciplina que llamó mi atención.